Domina la ciencia de la respiración mediante el equilibrio de oxígeno y dióxido de carbono
¿Has descubierto ya tu rutina respiratoria favorita? Con la abundancia de ejercicios disponibles, encontrar "el único" puede parecer un reto.
Los ejercicios respiratorios más eficaces
¿Has descubierto ya tu rutina respiratoria favorita? Con la abundancia de ejercicios disponibles, encontrar "el único" puede parecer un reto. Sin embargo, creo que el ejercicio específico importa menos que comprender por qué lo practicas. Como especialista en respiración, insisto en la importancia de comprender la teoría que hay detrás de todas las rutinas. Hoy me propongo compartir contigo este conocimiento vital. Prepárate, pues puede resultar un poco intrincado. Sin embargo, una vez que comprendas la teoría, no sólo profundizarás en su comprensión, sino que también mejorarás su aplicación práctica en los ejercicios. ¡Empecemos a explorar!
Tu red respiratoria
Imagina tu sistema respiratorio como una red ramificada, que empieza en la tráquea y se extiende hasta unos minúsculos sacos de aire llamados alvéolos. Estas estructuras microscópicas, parecidas a globos, abarcan colectivamente una superficie de casi la mitad del tamaño de una pista de tenis. Dentro de los alvéolos se produce un intercambio gaseoso vital: al inspirar, el oxígeno (O2) sustituye al dióxido de carbono (CO2), que exhalas. Las finas paredes de los alvéolos, adornadas con diminutos vasos sanguíneos, facilitan una transferencia perfecta del oxígeno al torrente sanguíneo y la rápida eliminación del dióxido de carbono. A continuación, el oxígeno se engancha a los glóbulos rojos y emprende un viaje para nutrir tus células. Es importante destacar que la liberación óptima de oxígeno se produce en presencia de dióxido de carbono, ¡lo que subraya su importancia junto al oxígeno!
El comandante del aliento
Tu frecuencia respiratoria está gestionada por el centro respiratorio situado en el tronco encefálico, pero aquí está el giro: está regulada principalmente por las fluctuaciones de los niveles de CO2 en la sangre. Cuando el nivel de CO2 aumenta más de lo que tu cuerpo está acostumbrado, una señal incita a tu diafragma a aumentar el ritmo de tu respiración. Pero si, por accidente, tu cuerpo se acostumbra a un nivel bajo de CO2, el centro respiratorio ordena respiraciones más rápidas todo el tiempo. Es importante tener en cuenta que estas alteraciones no se producen sin motivo. Factores como el estrés, la enfermedad, el dolor, la respiración bucal, el tabaquismo, determinados hábitos dietéticos, el ejercicio inadecuado o hablar o cantar en exceso también pueden contribuir. En estos casos, tu sistema nervioso simpático (estado de lucha o huida) puede entrar en estado de congelación, lo que puede provocar estrés crónico en el organismo. Recuerda, estos ajustes no se producen arbitrariamente, ¡entran en juego varios factores!
Control de la respiración durante un baño de hielo
Imagínate metiéndote en un baño helado. El choque inicial del agua fría desencadena una respuesta simpática, y observas una aceleración de tu respiración. Una respiración más rápida provoca una mayor expulsión de CO2. La expulsión de CO2 en exceso puede comprometer la absorción eficaz de oxígeno; puede provocar calambres en el tejido muscular liso, como los capilares, lo que da lugar a manos y pies más fríos; y altera la acidez de la sangre, que es como la fiebre para tu sangre. Por eso siempre se hace hincapié en la respiración lenta, ya que ayuda a mantener el equilibrio entre el O2 y el CO2. Aunque una respiración tranquila no significa necesariamente una respiración profunda. La respiración diafragmática es beneficiosa, pero evita la inhalación excesiva. En su lugar, concéntrate en la espiración: cuanto más larga sea, más fuerte será la activación parasimpática (estado de reposo y digestión).
Mejora tus niveles de CO2
En resumen, para mejorar tus niveles de CO2, practica la respiración reducida. Incorporar una breve pausa, conteniendo la respiración entre exhalaciones e inhalaciones, ya puede ofrecer beneficios. Además, la actividad física aumenta la producción de CO2 en tu cuerpo, así que opta por actividades como subir escaleras, disfrutar de un paseo al aire libre o ir al gimnasio. Por último, sé consciente de las situaciones que pueden alterar tu cuerpo y tu sistema respiratorio, como el estrés, hablar demasiado o un resfriado. En situaciones así, prueba este ejercicio: respira por una sola fosa nasal durante cinco o diez minutos, repitiéndolo de tres a seis veces al día.
¿Tienes curiosidad por explorar aún más el cautivador reino de la respiración? ¡Estate atento a mis próximos blogs!
Disfruta del frío,
Iris de Kock
Logopeda, entrenador respiratorio y vocal
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