¿Cuáles son los beneficios de la terapia de frío después de la COVID-19?
La terapia con frío puede ser útil para los pacientes de COVID-19 que experimentan síntomas a largo plazo. Esta terapia puede entrenar el sistema inmunitario y reforzar el sistema vascular, reduciendo el riesgo de enfermedad cardiovascular. Sigue leyendo para saber más sobre los posibles beneficios de la terapia de frío después de COVID-19.
A medida que más personas buscan formas naturales de aliviar los síntomas persistentes del COVID-19 y reforzar su sistema inmunitario, la terapia con frío se ha convertido en una opción popular debido a su gran potencial terapéutico.
La COVID-19 suele asociarse a complicaciones duraderas, como dolor muscular, fatiga, depresión y desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
Con los avances de la tecnología, la terapia de frío es cada vez más accesible y popular entre quienes buscan apoyar su recuperación de la COVID-19.
Este artículo tratará sobre la ciencia que hay detrás de la terapia de frío y explorará sus posibles beneficios para la recuperación postCOVID. Sigue leyendo para ver cómo puedes beneficiarte de la terapia de frío tras COVID-19.
¿Qué es la terapia de frío?
La terapia de frío expone el cuerpo a temperaturas frías con fines terapéuticos. La temperatura exacta depende del tipo de terapia de frío, con baños de hielo que oscilan entre 33,8° y 59° y crioterapia que alcanza temperaturas de hasta -300°.
Hoy nos centraremos en cómo la terapia con frío puede aliviar los síntomas a largo plazo del COVID-19. Sin embargo, antes de hacerlo, conviene señalar que la terapia de frío produce varias respuestas en el organismo, como vasoconstricción y vasodilatación, una respuesta endocrina y cambios metabólicos.
Cada una de ellas puede afectar a tu vida cotidiana y a tu bienestar general de forma positiva, entre otras cosas:
Vasoconstricción y vasodilatación
El frío hace que los vasos sanguíneos se contraigan, reduciendo el flujo sanguíneo a las zonas expuestas. Esto puede ayudar a reducir la inflamación, la hinchazón y adormecer los receptores del dolor.
A la vasoconstricción inicial le sigue la vasodilatación. Esto hace que los músculos y otros tejidos reciban una mayor cantidad de oxígeno y nutrientes, lo que contribuye a la curación y la recuperación.
Curiosamente, este proceso también ayuda a reducir la presión arterial, algo importante para las complicaciones cardiovasculares a largo plazo de la COVID-19.
Sin embargo, la terapia con frío también desencadena reacciones en el sistema endocrino, que pueden tener numerosos beneficios para el organismo, siendo el control de los síntomas a largo plazo de la COVID-19 sólo uno de ellos.
Respuesta endocrina
La exposición al frío desencadena la respuesta del cuerpo al frío, que provoca la liberación de hormonas y neurotransmisores, como la norepinefrina, la dopamina y la serotonina. Éstos pueden ayudar a reducir el dolor, mejorar el estado de ánimo y estimular el sistema inmunitario.
El potencial de la terapia de frío para mejorar la respuesta inmunitaria de tu cuerpo puede repercutir directamente en el control de los síntomas y complicaciones a largo plazo de la COVID-19. Además, la terapia de frío también afecta a tu metabolismo.
Cambios metabólicos
La terapia de frío puede aumentar la tasa metabólica del cuerpo, ya que éste trabaja para mantener su temperatura central. Esto puede conducir a una mayor quema de calorías y a una mejor oxidación de las grasas, debido a la activación del tejido adiposo o grasa parda.
Aunque la terapia de frío se ha utilizado para diversas afecciones, sus mecanismos dentro del cuerpo humano han demostrado su potencial para ayudar a la recuperación postCOVID, algo sobre lo que profundizaremos mucho más a continuación.
Sin embargo, antes de que podamos empezar a hablar de las particularidades de la terapia de frío después de la COVID-19, primero tenemos que hablar de qué es la COVID-19 y cuáles son sus posibles complicaciones a largo plazo.
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Molestias a largo plazo tras el coronavirus
Se ha demostrado que el COVID-19 no sólo provoca una enfermedad inmediata, sino también una amplia gama de efectos sobre la salud a largo plazo. Estos efectos, a veces denominados "COVID largo" o "síndrome post-COVID", pueden afectar a múltiples sistemas orgánicos y variar en gravedad.
He aquí cómo puede afectarte el COVID más adelante:
Impactos cardiovasculares de COVID-19
Una de las áreas más afectadas por el COVID prolongado es el sistema cardiovascular. Muchas personas experimentan dolor torácico continuo, palpitaciones e incluso inflamación del corazón durante semanas o meses después de la infección inicial.
Algunas personas han desarrollado el síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS), una enfermedad que provoca mareos y taquicardia, sobre todo al ponerse de pie.
Otra grave preocupación es el impacto del COVID-19 en la coagulación de la sangre y la salud vascular. El virus aumenta el riesgo de coágulos sanguíneos, incluso en individuos por lo demás sanos. Estos coágulos pueden provocar complicaciones potencialmente mortales, como trombosis venosa profunda (TVP), embolia pulmonar, infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares.
Implicaciones a largo plazo del COVID-19 para la salud cardiovascular
El estudio"Long-term cardiovascular outcomes of COVID-19" (Resultados cardiovasculares a largo plazo de la COVID-19), publicado en Nature Medicine, revela riesgos cardiovasculares significativos tras la infección por COVID-19, incluso para quienes experimentaron casos leves. Los investigadores utilizaron datos del Departamento de Asuntos de Veteranos de EE.UU. para seguir a 153.760 pacientes de COVID-19 durante 12 meses.
El estudio descubrió que los individuos con COVID-19 presentaban un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares en el plazo de un año tras la infección, incluidos infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares, arritmias y enfermedades tromboembólicas. En concreto, el riesgo de acontecimientos cerebrovasculares, como accidentes cerebrovasculares, era aproximadamente un 52% mayor en el grupo COVID-19 en comparación con los controles.
Problemas respiratorios
Los problemas respiratorios son otro resultado común de la COVID prolongada. Dado que la COVID-19 afecta principalmente a los pulmones, muchos pacientes informan de falta de aliento persistente, tos persistente o capacidad pulmonar reducida incluso después de su recuperación.
Los que tuvieron infecciones graves corren especial riesgo de fibrosis pulmonar, que es una cicatrización en los pulmones que dificulta la respiración y puede reducir permanentemente la función pulmonar. La reducción de la función pulmonar y de la ingesta de oxígeno puede provocar sensación de fatiga.
Fatiga persistente
La fatiga persistente es uno de los síntomas a largo plazo más frecuentes. Además de la fatiga, algunos supervivientes de la COVID-19 experimentan dolor muscular y articular, a veces acompañado de una importante debilidad muscular que puede requerir fisioterapia para mejorar.
Sin embargo, COVID-19 también puede tener repercusiones en tu salud mental.
Problemas de salud mental
Los problemas neurológicos y de salud mental también son frecuentes entre los supervivientes del COVID-19. La "niebla cerebral", que incluye síntomas como pérdida de memoria, problemas de concentración y confusión, se ha convertido en una consecuencia bien conocida del virus.
Otros efectos neurológicos a largo plazo pueden ser dolores de cabeza, mareos y dificultad para dormir. Además, el COVID-19 se ha relacionado con enfermedades mentales como la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Aunque estas implicaciones a largo plazo para la salud del COVID-19 pueden parecer intimidantes, la terapia con frío resulta prometedora para el tratamiento de los síntomas. Averigüemos cómo.
Cómo puede ayudarte la terapia de frío después de la COVID-19
La terapia con frío tiene muchos beneficios para los sistemas cardiovascular y respiratorio, la fatiga y la salud mental, entre otros. Todos estos beneficios pueden traducirse en un tratamiento eficaz de los síntomas del COVID-19 a largo plazo.
A continuación te explicamos cómo la terapia con frío puede ayudarte a controlar los síntomas y prevenir las complicaciones a largo plazo del COVID-19:
1. Beneficios de la terapia de frío para la salud cardiovascular
Un artículo publicado en The Journal of Circumpolar Health indica que la inmersión en agua fría (ICF) puede ofrecer beneficios cardiovasculares al mejorar la función vascular y reducir los factores de riesgo cardiovascular.
Concretamente, la terapia de frío puede disminuir la presión arterial, mejorar los perfiles de colesterol y reducir los marcadores de estrés oxidativo. También estimula el tejido adiposo marrón (BAT), que regula el metabolismo de la grasa y la glucosa.
Otros estudios demuestran que la inmersión en agua fría puede reducir el riesgo a largo plazo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Estudios como éste, que examinó los efectos a largo plazo de la inmersión en agua fría sobre la salud cardiovascular, respaldan estos hallazgos.
Además, la ICM se asoció a reducciones del colesterol LDL y los triglicéridos y a una disminución de los marcadores proinflamatorios. El estudio también observó una disminución de la acumulación de grasa hepática, que se alinea con un menor riesgo de complicaciones metabólicas y cardiovasculares.
Debido a los grandes beneficios cardiovasculares de la terapia de frío, es una herramienta valiosa para ayudar a disminuir el riesgo de sufrir problemas y eventos cardiovasculares postCOVID-19.
2. Reducir la inflamación sistémica
La COVID-19 puede desencadenar una respuesta inflamatoria generalizada en el organismo, a menudo denominada "tormenta de citoquinas", que puede contribuir a la prolongación de los síntomas. La inflamación sistémica en diversas partes del cuerpo puede durar periodos prolongados tras la infección por COVID-19.
La terapia con frío puede reducir la inflamación al contraer los vasos sanguíneos y disminuir potencialmente la producción de citocinas proinflamatorias. Además, otros estudios demuestran que las temperaturas frías pueden reducir las respuestas inflamatorias del organismo.
Hablando de la respuesta de tu cuerpo, la terapia de frío también puede potenciar la función general de tu sistema inmunitario. Averigüemos cómo.
3. Refuerza la función inmunitaria
La exposición a temperaturas frías puede estimular la producción de glóbulos blancos, sobre todo de linfocitos. Estas células desempeñan un papel crucial en la lucha contra las infecciones y en la regulación de la respuesta inmunitaria.
Esta investigación demuestra cómo la exposición al agua fría ayuda a aumentar varios tipos de células sanguíneas, en particular los glóbulos blancos responsables de combatir a los invasores, como los restos de COVID-19.
Este aumento de la actividad de las células inmunitarias puede ayudar a tu organismo a defenderse mejor contra las partículas víricas persistentes y favorecer la salud inmunitaria general.
Incorporar sesiones regulares de terapia de frío es una herramienta valiosa para fortalecer tu sistema inmunitario tras el COVID-19. Esto ayuda a reducir las posibilidades de que vuelvas a infectarte, ya sea por COVID o por otros patógenos.
4. Alivia el dolor muscular y articular a la vez que reduces la fatiga
Muchas personas experimentan dolores musculares y articulares persistentes después de COVID-19. La terapia con frío puede adormecer los receptores del dolor y reducir la inflamación en las zonas afectadas, proporcionando alivio y mejorando la movilidad.
Practicando regularmente la inmersión en frío, puedes comprobar que disminuyen los dolores musculares, lo que te permite recuperar la fuerza y la flexibilidad más rápidamente.
La fatiga suele acompañar al dolor y las agujetas en lo que se refiere a los síntomas post-COVID. Hay investigaciones que indican que la exposición al frío puede provocar reacciones fisiológicas que reducen la sensación de fatiga.
Además, como ya se ha mencionado, la terapia con agua fría tiene el potencial de mejorar el metabolismo, proporcionando un suministro más constante de energía a lo largo del día.
5. Mejorar la función respiratoria
La COVID-19 puede causar daños duraderos en los pulmones y el sistema respiratorio. La terapia con frío puede ayudar reduciendo la inflamación de las vías respiratorias, mejorando la circulación y aumentando la captación de oxígeno. Sin embargo, se necesitan investigaciones más concluyentes al respecto.
6. Mejorar el bienestar mental
El impacto de COVID-19 en la salud mental no puede pasarse por alto. Se ha demostrado que la terapia de frío libera endorfinas, los estimulantes naturales del estado de ánimo, y reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Participar regularmente en la terapia de frío puede ayudar a aliviar la ansiedad, la depresión y el estrés asociados al proceso de recuperación.
La sensación de logro y resistencia obtenida al soportar la exposición al frío también puede mejorar la autoestima y la fortaleza mental, todo lo cual puede ayudar a reducir los efectos negativos sobre la salud mental asociados a la vida post-COVID. No pueden ignorarse los beneficios tanto físicos como mentales de la inmersión en frío COVID.
Cómo incorporar la terapia de frío para la recuperación COVID
Incorporar la terapia de frío a tu rutina de recuperación post-COVID puede ayudarte a controlar diversos síntomas y a prevenir complicaciones a largo plazo. Sin embargo, la terapia de frío debe realizarse correctamente para conseguir estos resultados.
En términos generales, la forma más fácil de incorporar la terapia de frío a tu vida diaria es con una bañera de inmersión fría específica, así que examinemos lo que esto implica.
Empezar poco a poco con la terapia de frío
Para empezar, inicia la terapia de frío con inmersiones breves de uno o dos minutos, para que tu cuerpo se adapte al frío. Gradualmente, puedes aumentar la duración a medida que aumente tu tolerancia, con un objetivo de entre cinco y diez minutos por sesión.
Este enfoque gradual puede ayudar a evitar un shock en tu sistema y dar tiempo a tu cuerpo para adaptarse a las temperaturas más bajas. Presta atención a cómo te sientes durante y después de cada sesión, ya que esto te ayudará a determinar la mejor duración para tus necesidades.
Ajustar la temperatura adecuada
Para la terapia terapéutica con frío, procura mantener la temperatura de la bañera entre 10 y 15 °C (50 y 59 °F). Este intervalo suele ser lo bastante frío como para ofrecer los beneficios de la exposición al frío sin causar molestias extremas.
Si eres nuevo en las inmersiones frías, tal vez te convenga empezar por el extremo más cálido de este intervalo e ir bajando gradualmente la temperatura con el tiempo. Si mantienes la temperatura constante, podrás evaluar la respuesta de tu cuerpo y controlar cualquier mejora en la tolerancia y el nivel de comodidad.
Técnicas de respiración y relajación
Practicar la respiración controlada puede potenciar los efectos de la terapia de frío y ayudarte a sentirte más cómodo en el agua fría. Antes de entrar en la bañera, respira hondo unas cuantas veces, y luego continúa con una respiración lenta y constante durante toda la sesión.
Centrarte en la respiración puede ayudarte a calmar la mente, reducir el malestar y permitirte permanecer relajado. Si el shock inicial te resulta abrumador, respira lenta y profundamente para estabilizar el ritmo cardiaco y centrarte en el momento presente, lo que puede facilitar la adaptación.
Programación de sesiones de inmersión en frío
Para incorporar la terapia de frío de forma eficaz, intenta establecer un horario regular. Muchas personas se benefician de sumergirse varias veces a la semana, pero puedes empezar con dos o tres veces a la semana e ir ajustando en función de cómo te sientas.
También es útil sumergirse a una hora constante del día, ya que esto ayuda a que tu cuerpo se acostumbre a la rutina. Algunos prefieren las zambullidas frías por la mañana para tonificarse, mientras que a otros les resultan beneficiosas después de la actividad física o por la noche para favorecer la recuperación.
Técnicas de calentamiento tras la inmersión
Después de cada zambullida fría, es importante calentarse gradualmente para ayudar a tu cuerpo a volver a su temperatura normal. Puede bastar con secarse con una toalla y vestirse con ropa de abrigo, o puedes tomar una bebida caliente para facilitar el proceso de calentamiento.
Evita meterte inmediatamente en una ducha caliente, ya que este cambio brusco de temperatura puede ser discordante. En su lugar, deja que tu cuerpo se caliente de forma natural durante los siguientes 15 o 20 minutos, lo que puede ser más suave y favorecer la circulación.
Los beneficios del baño helado COVID no son difíciles de cosechar, pero no querrás estresar tu cuerpo más allá del punto de beneficio, así que asegúrate de tomarte las cosas con calma, lo que se aplica tanto a la zambullida como a la post zambullida.
Escucha a tu cuerpo
Como con cualquier método de recuperación, escuchar a tu cuerpo y responder a cómo te sientes es esencial. La terapia de frío puede resultar incómoda al principio, pero con la práctica, muchas personas descubren que se hace más llevadera. Además, recuerda que puede que no te apetezca sumergirte en frío con COVID, sino esperar hasta que te estés recuperando de él.
Sin embargo, si experimentas molestias extremas, mareos o cualquier síntoma adverso, debes finalizar la sesión y consultar a un profesional sanitario si es necesario. La recuperación es muy individualizada, por lo que encontrar el mejor equilibrio para tu cuerpo es clave.
Reflexiones finales sobre la terapia de frío después de COVID-19
Incorporar la terapia de frío como parte de tu recuperación de la COVID-19 puede ofrecer un enfoque natural para controlar los síntomas persistentes y reducir potencialmente el riesgo de complicaciones a largo plazo.
Aunque se necesita más investigación para comprender los efectos de la exposición al frío en la salud posCOVID, los estudios han sugerido que la terapia regular con frío puede favorecer la salud cardiovascular e inmunitaria, reducir la inflamación, aliviar la fatiga y mejorar el bienestar mental.
Utilizando una bañera de inmersión fría, puedes integrar fácilmente la terapia de frío en tu rutina. Empieza con sesiones cortas y manejables, y ve aumentando gradualmente a medida que aumente tu tolerancia.
Recuerda escuchar a tu cuerpo, ajustar tus sesiones a tus necesidades y consultar a un profesional sanitario si tienes alguna duda. La terapia de frío es una adición prometedora a cualquier enfoque de recuperación COVID, ya que ofrece una forma no invasiva de apoyar tu bienestar general y tu capacidad de recuperación.
Productos como el IceBarrel proporcionan una forma cómoda y eficaz de incluir la terapia de frío en tu rutina de recuperación. Estas soluciones te permiten gestionar fácilmente la temperatura y la duración, ofreciendo un enfoque adaptado a tus necesidades. Cuando se trata de la inmersión en frío y el COVID, es muy recomendable utilizar un baño de hielo de última generación.
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